Una sola noche… encendió una llama en el corazón de la Reina de Hielo,
una llama que ya nunca podrá apagarse.
En un rincón oscuro de la ciudad,
donde ni siquiera el neón se atreve a brillar,
se oculta un bar secreto en medio de un callejón olvidado.
Un refugio donde las celebridades y los poderosos huyen de un mundo lleno de máscaras.
Solo una noche… basta para olvidar cuánto duele el exterior.
Ella está sentada en la barra,
con un vestido negro de espalda descubierta,
posando como una obra de arte en una galería a oscuras.
Tacones de diseño impecable,
el cabello recogido con precisión milimétrica.
Los labios rojos curvados en una sonrisa apenas perceptible, sin motivo aparente.
Basta con ver su espalda… para saber
que no es una mujer común.
—Una copa más —
ordenó con voz grave, sin mirar al bartender siquiera.
Pakinee
Presidenta de una empresa inmobiliaria valorada en miles de millones.
Tiene 36 años.
Hermosa, fría y majestuosa como una reina intocable.
En su mundo, el amor es un sinsentido.
No figura en su vida meticulosamente planeada, más detallada que un plano arquitectónico.
Cree en noches que empiezan con alcohol
y terminan en la cama de alguien.
Sin nombre. Sin número. Sin mañana.
Hasta que…
esa noche llegó.
Una mujer desconocida entró en su noche.
Con una sonrisa traviesa,
un aroma cálido,
y unas manos que no la tocaron con deseo,
sino con… ternura.
Y eso, precisamente…
fue el problema.
Porque esta vez,
no perdió el cuerpo.
Perdió el corazón.