Quién hubiera pensado… que la persona que extendió su mano desde la oscuridad de aquella noche se convertiría en la única luz que daría la más profunda calidez a su vida.
—Ya estás a salvo… no pasará nada —susurró la voz de la joven doctora, tan suave como un aliento que disipa el velo de las lágrimas.
Khao era una médico que lo tenía todo; Ploy, una mujer a la que no le quedaba nadie.
Pero en medio del frío glacial de la lluvia… ambas se abrazaron con fuerza, dejando que sus corazones… se fundieran lentamente en uno solo.